Extraño día de Fallas

Jesús Pérez Rubio

Jueves por la tarde. Fuera lloviendo y con frío. Yo en mi sofá, sentadito, viendo arder los troncos en la estufita de hierro a través del cristal. ¿Quién quiere Tele? Momento mágico. Relajado oyendo música de bandas sonoras: Gladiator, braveheart…

En este “no día de fallas” ha bajado considerablemente la temperatura. Ayer en manga corta y hoy a pocos grados y con lluvia, ¿No te digo? ¿El tiempo está loco! Por circunstancias el cuadro lo completan Totó y Carlota que han venido a ver al primo Brus. Siempre hay uno o dos de ellos compartiendo sofá conmigo. Hacen compañía y no necesitan de mucha conversación. ¡Genial! Puedo dejar vagar la imaginación sin que nadie moleste por un rato.

Vaya… parece que con la edad se incrementa mi autismo.

Algún chiquillo irreductible tira un petardo en la calle. ¡Olé! Vixca el sentiment faller.

Pienso en lo que han cambiado las cosas. Hoy lo extraño es oír un petardo y antes lo extraño era que pasará un minuto sin oír una docena de ellos en estas fechas.

¡Segundo año sin fallas!¡ Segunda fallas con virus! ¡Qué asco! Al menos parece que estamos mejorando. ¡Vengaaa, un esfuerzo más!

Vuelvo a sumergirme en el cuadro. Miro de nuevo el fuego que este año se reduce a mi estufa, lejos de las calles. Desvío la mirada al tendedero con ropa en este atestado salón-despacho-secadero en el que se ha convertido hoy esta estancia. En mi mente rememoro escenas del camarote de los hermanos Max… No sé el porqué.

El olor a leña y a casa vieja me transporta a otros tiempos y lugares. Ademuz, Begís, y algún refugio de Cuenca acuden a mi cabezota a través del olfato.

Voy a viajar sin mover el coche, me digo. Y me dejo embriagar por estos evocadores olores.

“El último samurái” suena de fondo,

¡Y mañana San José!

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