Al Cristo de la Fe

Francisco Camps Muñoz

Que te pasean devotos

luciendo tu talla hermosa,

por La Cañada.

Sales del templo, casi en el ocaso, a medias luces, si es que está raso,

en tarde del estío, cálida y dorada y vas por las calles frondosas, envuelto entre las dulces aromas de los jazmines y de las rosas y la verde murta de la enramada.

Que a tu pausado paso, revuelan, los mirlos, tórtolas y codornices y los pinos de la calle, se tiemblan, desde las copas a las raíces.

Son las ardillas que se desvelan, despiertan sus sueños de roedores, al son de las bandas, con sus tambores.

Que bonito y glorioso a tu paso estás

en los traslados y la procesión.

Muchas gentes te admiran

y se emocionan por donde vas,

llevado por tus porteadores con ilusión.

Noches hermosas las de vigilia,

que bendices la casa, en donde estás, a los que velan y a la familia.

Descansas en sus casas, con esos fines y te alzan altivo y poderoso en preciosos altares de flores y orando, se van gozando de tus favores, en la noche colorida de sus jardines.

En tu fiesta, se une lo religioso,

con todo lo lúdico, y eso es hermoso, que el amor y el fervor, son cosas buenas, pero también los bailes, en las verbenas.

El amor por ti, se manifiesta

en todos los clavarios, muy abnegados, atareados y muy entregados, para que luzca toda tu fiesta.

Que tu imagen sagrada

de sufrimiento, todo lo puede y por devoción a ti, Patrón, con los latidos de nuestro corazón, todo bulle y todo se mueve.

Al final del verano, de cada año, en Septiembre, desde su inicio, todo es alegría y todo es bullicio.

Pues tú, Cristo de la Fe, junto a la Virgen y en su regazo, se funde La Cañada, con sus matices y engalanada, en la ternura de un dulce abrazo.

Dedicado al Cristo de la Fe y a su fiesta.

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